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viernes, 25 de diciembre de 2020

La cercana distancia

Te imagino ya en tu cama, recostado de lado, apoyado en la almohada con la espalda descubierta; tratando así de esquivar el calor.

Me imagino acercándome, recorriéndote con la mirada mientras mis dedos planean a un milímetro sobre tu piel. Te revuelves y sonríes entre sueños, yo también sonrío pues sé que tu espalda está deseando encontrarse con mi pecho.



Imágenes de verano I

jueves, 9 de julio de 2020

Relato del JUEVES en casa de Myriam

LOS DÍAS DE ASEDIO

Recuerdo los días de asedio como un espacio oscuro y denso en mi memoria, una especie de lapsus donde la vida parece que no sucedió. Fueron dos, o tal vez tres meses, en los que nuestras existencias quedaron suspendidas, la congoja fue tal que no consigo recordar nada memorable, como si los recuerdos se hubieran quedado colgados de una intangible y espesa niebla, un limbo de opresión y sombras.

Agazapada en mis aposentos recordaba las viejas historias sobre las hazañas de los conquistadores de Bagdad y Constantinopla. La historia siempre la escribe el funcionario del bando vencedor. En aquel momento, en cambio, casi había podido sentir la angustia y el dolor de los oprimidos, el hambre, las penurias y también la impotencia de los vencidos.
El ánimo de mis compatriotas decaía día a día, notaba como iban siendo tentados a tomar el camino de la rendición.

Y yo no podía aceptar que extraños vinieran a someternos, soy demasiado orgullosa para doblegarme, demasiado rebelde para asentir. Una vez constatado este hecho, decidí no esperar a la caída de la ciudad, el camino a tomar estaba claro: había que buscar una salida, huir a una nueva vida alejada del horror.
Largas horas invertí, palmo a palmo cada rincón fue examinado por mis manos, hasta que, ayer, encontré la antigua entrada a las catacumbas bajo la ciudad, decidí ser la única en usarla, no me quedaba nadie ya que mereciera mi confianza.


A medida que atravesaba el corredor bajo los cimientos de mi antiguo hogar sentía vivamente que dejaba mi pasado atrás, es un duro ejercicio: te manchas con el barro del suelo y te agotas con el peso de los recuerdos, te falta el aire y a ratos crees que no tendrás suficiente coraje, lo único que te da fuerzas es pensar que el sol brillará en un futuro cercano.
Salí a una noche fresca, alfombrada de luna y caminé por desconocidas veredas cansada a la par que dichosa. Casi como una autómata, entre sueños, llegué a los pies de un olmo, en el que cobijada por los murmullos de sus ramas dormí hasta bien entrada la mañana.

Somnolienta, vi que el caminillo que había recorrido en la semioscuridad nocturna desembocaba en un escarpado sendero que atendía al nombre de “Ruta el pico la luz” y, así, guiada por tan buen augurio llegué a la cima de la montaña, respiré profundo y miré el mundo a mis pies.

Acariciada por la luz del mundo solo tenía una decisión que tomar: elegir el nuevo camino que iba a guiar mis pasos.


Sito, sinónimos: asedio, cerco, acorralamiento, encierro, confinamiento, punto, parte, espacio, emplazamiento, puesto, territorio

La Otra


     Siempre has sido una curiosa observadora de lo que ocurre a tu alrededor y desde que tienes memoria te han gustado las plantas y los animales. Observar otros pequeños universos poblados por insectos y reptiles fue tu entretenimiento durante muchas tardes en la infancia. Una tarde, cuando aún  estabas en el colegio oíste hablar de unos estudios que se llamaban biología, se trataba de aprender sobre animales y plantas. –Yo quiero ser bióloga–pensaste, pero al momento ella salió de su letargo y te dijo tajantemente –tú no puedes ser bióloga, eso es demasiado difícil para ti–. Ese es el primer recuerdo que tienes de ella, la primera vez que te hablo ese tono de voz tan claro y contundente.


     Ella te ha acompañado desde entonces en el día a día, siempre expectante, siempre susurrando su punto de vista. Una de las épocas en las que estuvo más activa fue cuando preparabas la selectividad. Cada día ella estuvo allí, repitiéndote machaconamente que tú no ibas a poder estudiar toda la materia del curso en dos semanas, que ibas a fracasar.

Desperdiciaste una semana entera mientras ella te repetía “no puedes, no puedes, no puedes, no lo vas a sacar”. Al final, de forma apresurada y con la mitad de tiempo que inicialmente te habían dado, preparaste toda la materia; actuabas impelida por una mezcla de desesperación y enfado, estudiabas mientras le gritabas con desesperada –¡Calla! Déjame en paz, no quiero escucharte. Al final aprobaste, los resultados no fueron brillantes, sí bastante aceptables, empezaste a creer que en el último momento se trabaja mejor, aunque alguna te vez aguijoneaba con sutileza la siguiente duda: ¿Qué nota habrías sacado si hubieses estudiado dos semanas en lugar de una?


     Esto se convirtió en una especie de costumbre, en un juego macabro. Ella te decía que no podías y tú posponías tu trabajo hasta el límite, para posteriormente hacerlo nerviosa y casi sin tiempo, siempre llegando con la lengua fuera, –Trabajo mejor bajo presión–te decías.

Esta costumbre empeoró mezclando la procrastinarían con la creencia de que este o aquel tema, que eran un rollo, no iban a caer en el examen. Ella era una manipuladora nata: por una parte te decía que no podías y por la otra que tu intuición era infalible; tanto como para estar segura de cuáles eran los temas que no merecía la pena estudiar. El hecho de estudiar a última hora y no todo el temario hizo que tus notas fuesen discretas, hizo que ella tuviese razón –no eres buena, no vales más que para sacar notas mediocres, apruebas de pura chiripa– decía una y otra vez.

     Era una depredadora siempre al acecho, nunca descansaba, siempre estaba atenta para señalarte con el dedo: todo lo haces mal, eres despistada, eres impuntual, eres desordenada, eres poco resolutiva, todo lo que has conseguido han sido golpes de buena suerte, por casualidad.

     Su desfachatez llegó hasta tal punto que te puso un mote, a más mínimo fallo te susurraba: “otra vez lo has hecho mal, eres un desastre, eres un desastre” –¡DesastrEsther!dijo un día haciendo gala de su humor negro, creando un feo juego de palabras con tu nombre.

    Y así, fueron varios y largos los años los que anduvo canturreándote su nuevo apelativo.



Extracto de la entrada de Wikipedia “El síndrome de la impostora”:  […] A pesar de las pruebas externas de su competencia, aquellas personas con el síndrome permanecen convencidas de que son un fraude y no merecen el éxito que han conseguido. Las pruebas de éxito son rechazadas como pura suerte, coincidencia o como el resultado de hacer pensar a otros que son más inteligentes y competentes de lo que ellos creen ser.

domingo, 19 de enero de 2020

Niebla



La vida pasa rápido, dicen,  no hay que dejar pasar los trenes que paran en tu estación.

Eso dicen −no puedo evitar que las palabras de la poeta que resuenen en mi memoria “Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso …” −se cuelen en estas líneas.

Dicen, dicen… , deja que digan, las verdades de otros no valen para los unos ni para las unas, porque cada una tiene su verdad y yo la mía propia.

La vida no pasa rápido porque viaja en círculos, va y vuelve como las olas; no se pueden perder trenes ni personas, porque generalmente ellos y ellas también van en círculos, la gran mayoría de las veces vuelven. Vuelven cuando lo que tenían era bueno, vuelven porque nunca supieron por qué se fueron.

Creen que podrán volver a encontrar el camino a puerto, que el puerto o la estación siempre estarán en el mismo lugar.


El puerto está,  la estación también, la cuestión es si tendrán aire suficiente en los pulmones para poder disipar la bruma que el tiempo dejó en el camino.