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sábado, 22 de abril de 2017

Lo ensoñado es la realidad


Vivimos, caminamos, descansamos, dormimos y soñamos.
Soñamos con ser lo que queremos, con volar con el viento en la espalda,
la espuma rozando nuestras piernas.

Yo duermo, sueño y escribo.
Escribo aunque no haya papel, ni lápiz, ni tinta que manche mis manos.
Transito arrollada y tiznada con palabras.
Me envuelven, me llevan y me elevan en torbellinos octosilábicos.

La rutina te devuelve al camino,
el ritmo de la tecla, escritura automática.
Sin pensar, sin respirar, solo palpitar.

El eco de sonidos pasados,
la luz al final del túnel
El color de la zanahoria contra el plato.
El odio como reacción exotérmica,
la explosión que se resumen en un bosque humeante de neuronas
y un pálpito junto al calor residual.

Renacer, echar paja sobre las cenizas,
encontrar un nuevo traje a medida y salir a buscar el sol y el son.
Atrapar el torrente de palabras que pasan frente a mis ojos.

Ojos y hojas, letras, sílabas y sonidos,
¡Agárralos!, ¡lánzalos al aire! y luego, cual malabar sabré situarlos en orden y concierto.


El concierto del silencio terminó, comienza la función.



"A reinar fortuna vamos,
no me despiertes si duermo,
y si es verdad no me duermas.
Más, sea verdad o sueño,
obrar bien es lo que importa.
Si fuere verdad por serlo,
Si no, por ganar amigos,
para cuando despertemos"

Segismundo.
Pedro Calderón de la Barca. “La vida es sueño”