Vestida por un cono de cremoso blanco ondulante rodeando un corazón
dorado que espera a cubrirse de nácar, mas que flor es belleza de líneas.
Triunfales resaltando sobre un mar de verde rutilante, así crecían
durante las eternas primaveras de mi infancia. Por ser tan grande el volumen
que ocupaban junto a la acequia por malas hierbas yo las tenía, me distraía su exuberancia,
parece que la abundancia nos esconde el verdadero valor de las cosas.
Pero algo aprendí, porque hoy no puedo dejar de parare a
admirarlas cada vez que las veo. Este año es un admirar continuo: crecen esplendorosas,
están por doquier y lucen luminosas, altaneras en parques, caminos, caseríos; en los rincones más dispares me regalan la vista, me sorprenden con su elegancia.
Ellas son así: verde, blanco y oro, tres colores en perfecta
proporción.