Una mano se mete dentro de mi sueño, golpea y me frota la cara, ¿Quién será el borrico que acaricia de esa manera tan torpe?–Farfullo con voz turbia.
Ahora son dos las manos que pasean por la espalda acariciándola–bueno, bueno, ¡esto está mucho mejor!
Mi cerebro comienza a salir de la nebulosa, funciona a trompicones–no recuerdo que hoy nadie me acompañase–me digo extrañada. Tras el lógico sobresalto me doy cuenta de que esas, ahora habilidosas, manos son muy pequeñas–demasiado pequeñas diría yo.
Cuando mi mente está a punto de resolver el enigma, las manos andarinas me sujetan la cara y alguien me planta un beso de tempo y presión perfectas. Al fin consigo abrir los ojos y rasgar la penumbra, veo por unos segundos a mi gnomo pequeño, que sonriendo me da la espalda y se duerme.
Ahora miro al techo, desvelada–¡Esto es un beso, lo demás son tonterías!