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miércoles, 5 de marzo de 2025

Letras que guardan tiempos

 Una vez más se me ha escapado la hora prudente de ir a dormir, la que todos los días me propongo y nunca cumplo.

He estado trasteando en algunos blogs y en el mío propio. Lo de trastear en los de los demás no es una actividad continua, pero sí que me dedico a ella de vez en cuando.

En el mío no suelo mirar y, hoy cuando he entrado, me ha entrado la nostalgia. Y se ha encendido el deseo de volver a escribir, de volver a perder el tiempo, sí, pero perderlo escribiendo.

Y así me doy cuenta de que esto es una incoerencia, porque si estoy aquí escribiendo y perdiendo el tiempo, pero luego las letras van a quedar guardadas, ya no se han perdido y si no se han perdido eso quiere decir que tampoco perdí el tiempo que use en teclearlas. 

Me ha gustado volver.
Buenas noches.

lunes, 5 de abril de 2021

Sencillez la proporción de la belleza

 

     Vestida por un cono de cremoso blanco ondulante rodeando un corazón dorado que espera a cubrirse de nácar, mas que flor es belleza de líneas.

      Triunfales resaltando sobre un mar de verde rutilante, así crecían durante las eternas primaveras de mi infancia. Por ser tan grande el volumen que ocupaban junto a la acequia por malas hierbas yo las tenía, me distraía su exuberancia, parece que la abundancia nos esconde el verdadero valor de las cosas.

 

     Pero algo aprendí, porque hoy no puedo dejar de parare a admirarlas cada vez que las veo. Este año es un admirar continuo: crecen esplendorosas, están por doquier y lucen luminosas, altaneras en parques, caminos, caseríos; en los rincones más dispares me regalan la vista, me sorprenden con su elegancia.

     Ellas son así: verde, blanco y oro, tres colores en perfecta proporción.





domingo, 31 de enero de 2021

Una Piedra

 

Esta mañana, al despertar, encontré una piedra en la cama; estaba cerca de mi mano izquierda y el contacto con sus delicadas aristas fue lo que me sacó del sueño.

No es algo tan raro, me diréis los que conocéis el cabecero de mi cama, puesto que en uno de sus lados atesoro piedras y piedritas de distintos tamaños.

Y es eso, precisamente, lo que he pensado cuando me la he encontrado: “se habrá caído de arriba”. Pero, no. Esta piedra no es una de las que componen mi colección vital, todas mis piedras son redondeadas, hijas de la erosión del mar o de algún río.

Esta piedra es sílex tallado, pero no con demasiada fortuna, de tal manera que ha quedado en un medio camino entre la piedra anodina y la herramienta.

Hallarla en el momento de la transición entre el sueño y la vigilia ha convertido su encuentro en un evento, algo digno de mención.

No lo había considerado hasta ahora, pero lo cierto es que una de las múltiples ventajas de vivir en una casa compartida es que existe la posibilidad de que alguien decida dejarte un sílex semitallado a como anónima ofrenda.

En estos tiempos tan anodinos cualquier novedad, por sencilla que parezca, se convierte en un soplo de aire fresco. Cualquier disonancia que saque a nuestra mente del letargo es un obsequio.

Ahora, siempre que el tedio me abruma recorro las aristas de la piedra y fantaseo con encontrar a su portador.