El ocho de febrero fue distinto, de buena mañana, mientras Henrry se desayunaba acompañando el bocata de cabeza de jabalí con unos buenos tragos de verdeho wine, en la radio comenzó a sonar una canción ya antigua, tres lustros o más tendría, el caso es que mientras la entonaba se le hacía ligeramente desconocida o conocidamente pegadiza, en dos instantes y tres guitarreos Kutxi, el cantante, lanzó concatenadas frases y afiladas palabras que hicieron que Henry encendiera un interruptor en alguna remota neurona, un chispazo que despertó una sensación y un dolor que largamente había llevado bien escondido en lo profundo del sistema límbico.
De repente, con excelsa clarividencia se dio cuenta de que lo mejor era alicatar y alicatar, hasta el techo e incluso hasta el último sentimiento, cerrar puertas, ventanas y hasta claraboyas, que nunca más nadie le venga a decir “que ya nos veremos”.
Y así, apresuradamente, cerró su establecimiento y con paso firme se dirigió a la ferretería.
A veces -siempre- es más que saludable dejar atrás -liberar- lo que nos duele.
ResponderEliminarEs verdad, Myriam, hay que quitar lastre e ir dejando atrás lo que ya no aporta. Cerrando puertas y alicatando hasta la cenefa.
EliminarUn abrazo bella. :)
Hola Ishtar!!
ResponderEliminarA tu pregunta respondo: NOOOO!!!
Lo de la cenefa a besos sin embargo no suena mal.
Voy a parafrasear a la queridísima Frida cuando decía aquello de : "Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior." Supongo que siempre hay que dejar resquicios en el muro. Para que entre el aire, la luz o algún animalito. O para que sirva de ruta de escape. Deja lo de alicatar para los albañiles!! ;)
Besos azules como vos :)
Cuando el sufrimiento lo causan los miedos y las cuitas ajenas, lo mejor es protegerse. En eso ando rediseñando y fortaleciendo mi escudo.
EliminarBesos&abrazos